La dieta es uno de los principales factores asociados con la aparición y desarrollo de las Enfermedades Inflamatorias Intestinales (EII), que incluye la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Estas
enfermedades también surgen de un desequilibrio de la microbiota intestinal o disbiosis, combinado con una respuesta inmune anormal en personas genéticamente predispuestas. En Occidente, la prevalencia de estas enfermedades alcanzó el 0,5% en 2015, lo que refleja dietas ricas en grasas y azúcares y bajas en frutas y verduras. Se ha demostrado que la carne roja, es decir, la carne procedente del ganado, ya sea cordero, ternera, cerdo, cabra, caballo, etc., aumenta los episodios de EII. Por otro lado, el aceite de pescado contiene ácidos grasos poliinsaturados como el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), los cuales han demostrado propiedades antiinflamatorias que alivian los síntomas de la EII. Además, existen registros de que el tofu y otros derivados de la soja tienen propiedades que reducen la intensidad de la EII. En algunos estudios, el consumo de huevos se ha asociado con una mejora de los síntomas clínicos de la EII, pérdida de peso, disminución del índice de actividad de la enfermedad e inhibición de algunas moléculas proinflamatorias como el TNF-α y la IL-6. En cuanto a los productos lácteos, se ha descubierto que su consumo no empeora los síntomas de las personas con EII a menos que padezcan intolerancia a la lactosa.
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