Se dice que las bebidas energéticas aumentan el estado de alerta, los niveles de energía y el rendimiento físico. Estos suplementos suelen contener cafeína, guaraná, taurina y/u otras sustancias estimulantes. Son particularmente populares entre los adultos jóvenes; hay registros de que al menos el 5,5% de las personas entre 20 y 39 años las consumen. Entre los efectos secundarios de estas bebidas se ha señalado que pueden aumentar la presión arterial diastólica y sistólica, y también se asocian con una mayor aparición de ansiedad, depresión, insomnio, dolores de cabeza, irritación, cansancio y fatiga. Además, hay evidencia de que las bebidas energéticas pueden estar relacionadas con náuseas, vómitos, daño hepático y renal e incluso la muerte. Las investigaciones en mujeres embarazadas demostraron que el consumo de estos suplementos se asociaba con un mayor riesgo de hipertensión gestacional. Algunos estudios han informado que el consumo agudo de bebidas energéticas se asocia con un aumento de la presión sistólica de 4,4 mmHg y la presión diastólica de 2,7 mmHg. Otra investigación encontró que beber este tipo de bebidas con dosis de cafeína inferiores a 100 mg no se asociaba con cambios significativos en la presión arterial. Todo ello demuestra que cualquier complemento alimenticio, incluso si se trata de una bebida energética, debe ser controlado por profesionales debidamente capacitados. Más información
